A propósito de Democracia Real YA

Anonim@

Más que a las espontáneas revueltas de Siria, Egipto, Bahréin, etc., a mí el movimiento por la Democracia Real me recuerda a las movilizaciones por la vivienda digna que se dieron en los primeros años de esta década. Internet fue importante a la hora de convocarlas y difundir información, pero las redes sociales no tuvieron el protagonismo que están teniendo ahora –al menos, no las comerciales, porque si Indymedia vale como red social, entonces todo cambia-. Todo comenzó un domingo por la tarde con una concentración que se tornó manifestación y que nos llevó a un buen grupo de gente a recorrer las calles de Madrid hasta que entró la noche y la policía cargó con ganas por las Vistillas. Ahí empezó una serie de manifestaciones dominicales con cargas policiales y detenidos y alguna tímida respuesta por parte de los que en ellas nos encontrábamos. Y quienes nos encontrábamos allí veníamos de distintas partes, pero sobre todo del ámbito universitario. Algunos, como yo, vimos en ellas nuestras primeras cargas en persona, sufrimos los primeros palos y, lo que es peor, vivimos nuestra primera derrota. Claro está que para muchos no era la primera en su vida, y no eran pocos los que, en persona o por Internet, avisaban de lo que estaba ocurriendo: un discurso respetuoso con la democracia amenazaba con echar por tierra la espontaneidad de la que se había nutrido y con la que había surgido el movimiento. Decían que este discurso, y quienes lo fomentaban, evitaba hablar de la lucha de clases y, por el contrario, ponía al ciudadano como origen y objetivo de toda lucha. Un ciudadano que es, nos recordaban, una invención del propio sistema al que combatíamos, lo supiéramos o no. Y es que las palabras son más importantes de lo que a primera vista puede parecer, y lo son porque son el reflejo de una ideología determinada, que en este caso es la del capitalismo y su democracia. Los más optimistas pensábamos que la estábamos liando, que de verdad estábamos empezando algo grande. Algo muy grande, sí… Grande fue la decepción cuando vimos que se nos había escapado la oportunidad.

El 15 de mayo miles de personas salimos en distintas ciudades de este país bajo el lema “Democracia Real YA”. El cabreo es patente y es totalmente lógico. De hecho, lo raro –y esto lo sabemos todos- es que no hayamos explotado antes, como hicieron los islandeses, los griegos o los británicos, por poner algunos ejemplos. Saldrán cosas mal y otras muchas saldrán bien. Sin embargo, hay que tener en cuenta que todo esto es más complicado de lo que parece. En realidad esto no ha hecho sino empezar a caminar, y que no es más que una charca… con muchos pescadores. Dado que la consigna es contra banqueros, empresarios y políticos, es difícil que los profesionales de la política consigan sacar provecho de esto –IU ya está mostrando su apoyo, viendo que se trata de un buen caladero de votos-. Sin embargo, no sólo de políticos profesionales está compuesta la amenaza. Seguramente la mayor amenaza al movimiento sean algunas de sus contradicciones. De estas todos tenemos, incluso quienes más presumen de puros y limpios. Sin embargo, las hay que se convierten en grandes obstáculos a la hora de avanzar.

No es mi intención dar lecciones a nadie de nada, sino sólo avisar de que a veces cuando empezamos algo con mucha ilusión y con rabia, no nos damos cuenta de errores que cometemos o de peligros que no visten de azul (esos se ven claramente). Olvidémonos del rol de ciudadano, que no es más que un siervo –participativo, eso sí, es decir, siervo, ciego y alegre por ello- del capitalismo. Dejemos ya eso de que queremos una democracia participativa, eso de que los partidos políticos “se han olvidado de nosotros”, o aquello de la “Revolución Ética”. Teniendo en cuenta cómo funciona el sistema, y esto es algo de lo que todos nos podemos hacer una idea, pedir que los políticos nos hagan caso puede ser dos cosas. O bien se trata de una ingenuidad, o bien queremos que parezcan buenos, es decir, que cuiden mejor su comunicación. Como me niego a pensar lo segundo, me quedo con que es una ingenuidad. En cuanto a la revolución ética… ¿Por qué no nos lanzamos?, ¿por qué no nos atrevemos a llamar a la movilización de trabajadores –fijos y precarios-, estudiantes, parados, amas de casa, inmigrantes, etc., en lugar de pedirle al sistema que se haga éticamente aceptable? ¿No nos hemos dado cuenta de que el sistema necesita de nuestra aceptación del mismo modo que nuestro rechazo y nuestra acción pueden derribarlo? Y no se trata de que sea más o menos ético. Se trata de un sistema basado en relaciones de intercambio que son por naturaleza conflictivas. Y es un conflicto –la lucha de clases- que no vamos a resolver pidiendo ni exigiendo una revolución ética, porque cuando los de abajo hablamos de ética, los de arriba nos miran con ojillos para luego darse la vuelta y reírse a carcajadas en compañía de sus socios de clase (políticos, jefes sindicales, banqueros, empresarios, Iglesia, etc.)

Espero no haber ofendido a nadie con este breve texto. Es sólo algo que me ha salido al pensar que podemos caer en el mismo error de siempre si no tenemos cuidado con los pasos que damos. La revuelta está ahí, los cimientos del sistema son más débiles de lo que parecen, pero no sería la primera vez que acabásemos con detenidos olvidados y sin haber conseguido nada en absoluto. Por eso considero que es necesario dejar de lado el idioma del sistema y empezar a hablar como lo hacemos en la calle, como cuando no tenemos a políticos ni medios de comunicación escuchando, esperando a que nos “salgamos del tiesto” para acusarnos de estar contra este sistema. En definitiva, salgámonos del tiesto y demostremos que tienen razón: estamos contra este sistema.

Anonim@